Informes del mercado Rosario Ganadero  y de la Federación de Industrias Frigoríficas Regionales Argentinas  alertaron sobre el deterioro que están sufriendo los eslabones que conforman la cadena cárnica nacional.

El Rosgan, en primer término, advirtió sobre la escalada que vivió la hacienda en los días previos a Semana Santa, cuando novillitos y vaquillonas llegaron a cotizar a un récord nominal de $ 370 por kilo vivo, 15% por encima de los $ 320 de la semana anterior. Esto presiona al gancho y, en parte, al mostrador, según el reporte elaborado por la analista María Aiassa.
“Si bien, varios de los factores que intervinieron en esta suba son transitorios y seguramente en las próximas jornadas probablemente veamos un descenso en las cotizaciones, difícilmente se llegue a una corrección total de los precios hasta los niveles previos a esa suba”, agrega el informe.

Inflación en alza

En marzo, Argentina tuvo la inflación más alta en 20 años y esta presión inflacionaria es un factor que conspira en contra de que los valores de la hacienda y de la carne retrocedan a niveles de hace dos semanas.

Sucede que “la demanda parece no tener ya el oxígeno suficiente como para asimilar nuevos ajustes de precios. Ni las carnicerías ni los mostradores tienen margen para hacerlo y menos aún la exportación que, a pesar de los muy buenos valores que siguen pagando los mercados externos, las limitaciones para crecer en volumen producto de las trabas vigentes tornan a las grandes estructuras industriales excesivamente pesadas de sostener”, añade el Rosgan.

El desfase se potencia a medida que pasan los meses: desde noviembre, mientras novillitos y vaquillonas aumentaron 44%, el valor promedio de los distintos cortes de carne vacuna seguidos por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) arroja un alza del 35%.
Eslabones partidos
El resultado es que toda suba de precios que el consumidor no logra asimilar debe ser absorbida dentro de la cadena, deteriorando sistemáticamente los márgenes del negocio.

“Una cadena que ya viene golpeada por una menor disponibilidad de hacienda para operar y hacer frente a los crecientes costos de estructura. Esta situación de bajo volumen de operaciones y costos crecientes con escasa posibilidad de traslado, es una constante tanto en la industria exportadora como en el abastecedor y carnicero local”, resume el Rosgan.

Y también impacta de manera directa en el engordador que, aún en plena zafra de terneros, no logra aumentar su nivel de encierre: como no hay ganado suficiente –por menor destete y también por mayores recrías pastoriles–, para sostenerse medianamente en el negocio deben pagar valores por el ternero que después no pueden recuperar.
En este contexto, hay un solo eslabón que logra ganar: el criador, que hace una recría más larga en el pasto y cobra buenos valores por el ternero. “Es el eslabón más fuerte de la cadena que, indefectiblemente, termina presionando sobre el resto de los engranajes donde las subas de precio resultan más difíciles de trasladar”, concluye el Rosgan.

Frigoríficos, con luz amarilla

En paralelo, el presidente de FIFRA, Daniel Urcía, difundió su editorial mensual en el que encendió una luz amarilla: si los frigoríficos no logran al menos mantener el nivel de actividad de 2021, podrían caer en situación de quebranto.

“En un año de fuerte suba de costos como los de la materia prima (hacienda), salarios y energía, es necesario mantener el nivel de actividad en los frigoríficos para que las empresas sean sustentables, se garantice el empleo y la producción de carnes”, sintetizó Urcía.

Desde su punto de vista no es un objetivo inalcanzable, si se observa que pese a que el primer trimestre cerró con la peor faena bovina en cinco años, la cifra fue similar a la de 2021, con el consumo interno y la exportación traccionando en buenos niveles.