El riego y su eficiencia, con todos los cañones apuntando a octubre,

El riego y su eficiencia, con todos los cañones apuntando a octubre,

Del 19 al 21 de ese mes se desarrollará en la Estación Experimental de INTA Manfredi la 7ª Reunión Internacional de Riego. Pero la perla de este año es la organización de la 1ª Expo Riego, una muestra con la presencia de 45 empresas expositoras. Se trabaja para definir el temario del programa y la organización de las dinámicas. 

Córdoba es hoy referente en riego suplementario de cultivos extensivos, no sólo por la superficie que ocupa, que es una de las más grandes a nivel nacional, sino también por la tecnología aplicada en su implementación y en el manejo de los cultivos. A mediados de la década del 90, eran 4 mil las hectáreas bajo riego en el territorio provincial, actualmente sobrepasa las 160 mil, con un potencial de crecimiento importante.

En este marco, y como una de las principales actividades del año a desarrollar en INTA E.E.A. Manfredi, se realizará los días 19, 20 y 21 de octubre próximo la 7ª Reunión Internacional de Riego, bajo el lema “Uso eficiente de agua para riego”. Serán tres jornadas con disertaciones, dinámicas a campo, intercambio y avances, destinadas a productores, profesionales y estudiantes de los últimos ciclos.

Pero la apuesta este año va mucho más allá, se decidió agregar un evento que seguramente trascenderá en el tiempo a partir de su puntapié inicial: la 1ª Expo Riego, una muestra estática que contará con la presencia de 45 empresas del rubro para mostrar en un solo lugar todo lo disponible en tecnología, sistemas, implementos y servicios.

“El objetivo es convocar a todos los interesados vinculados al riego y difundir experiencias locales, nacionales e internacionales sobre producción agrícola ganadera con un uso eficiente del agua de riego, uso de aguas residuales en riego y energías alternativas, factores económicos, modernas tecnologías para definir momentos de riego y gestión integrada del agua, entre otros temas”, detalla Aquiles Salinas, director de INTA Manfredi.

 

Una expo a cielo abierto

“Todo el equipo profesional que se desempeña en el área de riego en INTA Manfredi está trabajando en los distintos frentes organizativos para que este encuentro se desarrolle de la mejor manera posible. Y para poner un aditamento especial, se pensó en darle una vuelta de rosca, por eso podemos decir que el plus para este año será la puesta en marcha de la primera edición de ExpoRiego”, dice Federico Aimar, técnico de la Estación Experimental.

“La idea surgió a raíz del auge que puede observarse de las empresas del rubro. Entonces, nos pareció que la tradicional Reunión Internacional era el marco para mostrar in situ las maquinarias y tecnologías relacionadas al riego de cultivos. Sabemos a los productores potenciales regantes les interesa ver trabajar a la maquinaria y tecnología de riego, ver en acción y funcionando a los distintos aspersores, por ejemplo, seguramente será el complemento a todo lo que ya se viene haciendo”, describe el especialista del INTA.

“Vienen empresas de pivot, de riego por goteo subterráneo, de energías alternativas como la solar, la eólica y de gas; habrá empresas de bombas, de insumos y de implementos. Serán unas 45 firmas para darle lugar a una estática externa en el mismo parque del predio. Es por eso que se decidió tambén pasar la fecha al mes de octubre, para contar con un clima más benévolo”, señala Aimar.

 

Internacional y diversa

Con la séptima edición de este 2022, la Reunión Internacional de Riego ya se posicionó como uno de los eventos más importantes vinculados a la temática. Y no solo por la permanencia y la periodicidad, sino por lo riguroso de los temas que plantea, y por la calidad de los disertantes convocados para cada eje.

Durante los primeros dos días (19 y 20 de octubre), en dos auditorios y en forma simultánea, se desarrollará el programa completo. Los equipos técnicos de INTA Manfredi se encuentran ultimando los detalles de la grilla, aunque ya se pueden adelantar algunas líneas principales.

De 8:30 a 18, en las dos salas desfilarán las novedades sobre riego variable, riego por goteo subterráneo, riego con energías alternativas, sensores remotos para aplicación en riego, riego con aguas residuales y riego en pasturas para ganadería, entre otros.

El propio equipo de profesionales de la Experimental, además de la organización y el armado general, tendrá a su cargo algunas de las exposiciones y mostrarán ensayos de riego variable. A ellos se sumarán profesionales de CREA, de AAPRESID y de otras entidades de productores con ponencias y presentaciones.

Uno de los destacados será Martín Pasman, presidente de Valmont Industries Argentina, quien hablará sobre NRD, modelo y protocolo americano para seguimiento de aguas subterráneas.

En el plano internacional, el ingeniero español Alfonso Calera disertará sobre el uso de sensores y de imágenes satelitales aplicadas al riego, en tanto que su compatriota Ángel Martínez fue convocado para mostrar los avances en la eficiencia de aplicación en riego por pivot central.

El especialista colombiano Carlos Mora, junto al chileno Ignacio del Campo, tendrán a su cargo hablar sobre uso de aspersores, mientras que el venezolano Luis Méndez desarrollará el eje de riego por dosis variable. También habrá lugar para el clima y sus proyecciones, temática de Pablo Mércuri.

 

Una jornada “dinámica”

El último día del encuentro (21 de octubre) será el tiempo de las dinámicas a campo. Para poder abarcar la mayor cantidad de actividades posibles y al mismo tiempo ser eficientes con el manejo de los tiempos, el equipo de INTA Manfredi está preparando una especie de circuito teniendo en cuenta las distancias en predio y las temáticas.

Una de las paradas será para ver la panelería solar montada en el lugar y su funcionamiento; otra de las postas tendrá como protagonistas a los pivot de alta velocidad; también se mostrarán los trabajos de riego por goteo subterráneo con los sistemas de filtrado y los distintos caudales y distanciamiento; y finalmente habrá una visita para observar el uso de aguas residuales de tambo y riego variable.

En las próximas semanas se terminará de pulir el programa y las exposiciones, y se darán a conocer las formas de participación en este ámbito por excelencia para intercambiar conocimientos, interiorizarse, aprender y observar lo último en el rubro.

A reservar la fecha en las agendas: los días 19, 20 y 21 de octubre, la cita es con el riego, y el lugar es Manfredi, Córdoba.

De la carne cultivada al campo sin tractores: cómo se prepara la cadena del maíz para los desafíos que se avecinan.

De la carne cultivada al campo sin tractores: cómo se prepara la cadena del maíz para los desafíos que se avecinan.

La necesidad de agregar valor en la bioeconomía del maíz, una de las mayores fuentes de “emisión de dólares” de la Argentina; los desafíos de los sistemas alimentarios; la revolución tecnológica y organizacional que sufrirá el sector de aquí a diez años; la perspectiva de la mayor avícola del país y una de las mayores generadoras de empleo, y hasta el papel del maíz en la carne artificial, fueron algunos de los enormes temas que abordó el panel “Instituciones, empresas y tecnologías para el desarrollo de la cadena”, moderado por Fernando Vilella, director del Programa de Bioeconomía de la FAUBA, en el que expusieron Gabriel Delgado, representante del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA); Gustavo Grobocopatel, presidente de Los Grobo, y Joaquín De Grazia, presidente de Granja Tres Arroyos.

Gabriel Delgado puso el foco en el protagonismo del maíz como fuente de generación de divisas y de desarrollo. “Desde 1970, la Argentina es el país con más períodos de recesión luego del Congo, y entre otras razones es por la falta de dólares. No tenemos muchos sectores de donde nutrirnos de dólares; la forma de emitir dólares es exportando. El caso del maíz es emblemático, por los efectos que podría tener sobre la economía”, sostuvo el ex secretario de Agricultura de la Nación.

Para ello, Delgado aseguró que el paso previo es generar un proyecto que elimine las grietas actuales y que le permita a la cadena de valor dar un salto mayor en el comercio exterior. Hay que mejorar el valor absoluto de la exportación del maíz para generar más ingresos y empleo, dijo, y comparó el desempeño del grano argentino con el de sus competidores en el mercado mundial: “Estados Unidos exporta sólo 15 puntos de lo que produce, ya que el 85% lo consume de manera interna; Brasil procesa el 65% del maíz que produce; la Argentina, el 35%”, comparó.

Una de las cadenas en las cuales se podría apoyar el maíz para generar más ingresos y desarrollo doméstico es la de las carnes, dijo Delgado, lo que le daría mucha mayor robustez a la economía y al tejido social. “Hay conocimiento, profesionales y gente que sabe qué hacer. Nos falta ponernos de acuerdo en cuestiones básicas, como es mejorar el procesamiento del maíz y poder exportar más carne, recalcó.

A partir de su función en el IICA, Delgado indicó que está trabajando sobre la acción colectiva de los países de la región para que abracen la agenda de los sistemas alimentarios sostenibles. “Hay enormes desafíos en los sistemas alimentarios, pero no son sistemas fallidos, como se quiso implantar. Son acciones colectivas que van por lo ambiental. Ojala que los países de la región tomen dimensión de lo que tienen entre manos a partir de la generación de proteínas y la posibilidad de ofrecerlas al mundo en cantidad y calidad”, indicó.

Referente y transformador de la realidad productiva, Gustavo Grobocopatel puso a la innovación como bandera de desarrollo. “La innovación rompe la línea y genera nuevos pisos y escenarios que hasta ese momento no se había imaginado”, señaló.

El empresario agroindustrial aseguró que percibe cada vez más claramente que el campo de los próximos años será muy diferente del actual como lugar de producción, por la convergencia de la innovación en los procesos. “Habrá más robotización, campos sin tractores, máquinas que no van a funcionar por tracción y equipos para inyectar semillas e insumos al suelo”, describió, además de la irrupción cada vez mayor de un modelo que utilizará productos biológicos para controlar malezas e insectos. Para dentro de diez años, Grobocopatel proyecta una agricultura “más agroecológica”.

Esa convergencia tecnológica se combina, además, con una logística más eficiente, con una “uberización” del transporte y la consolidación de las fintech como proveedoras de servicios financieros para el sector. “La inteligencia artificial va a cambiar la forma de vinculación en la cadena de valor, con las particularidades de cada eslabón, ayudados por la digitalización”, aseguró.

Los productos también serán centro de la innovación, dijo. La carne artificial será uno de ellos, y pronosticó que el maíz ahí también tiene su lugar.

En ese nuevo escenario, hablar de cadenas de valor será insuficiente. Para Grobocopatel, se subirá a la dimensión de los ecosistemas, con proveedores de servicios de toda clase.

Más allá de su mirada positiva sobre lo que se viene para el sector agropecuario, el empresario admitió que esta revolución tecnológica puede no hacernos felices y causar dolor. “La sociedad no está preparada para esa transformación, y menos el Estado, que está pensando más en lo político y en las elecciones que en transformar la vida de las personas”, advirtió.

En esa línea, convocó a una mayor participación del sector privado y de las instituciones. “Dejar en manos de los políticos esta transformación será dificultoso; los emprendedores vamos a tener que involucrarnos”, anticipó. Opinó que las organizaciones de cadenas productivas van a tener que liderar este cambio desde lo institucional: “La esperanza es la clave que nos mueve y el rol de Maizar es trascendental, no solo como difusor de las tecnologías, sino también desde su lugar en la sociedad para acompañar los desafíos que se vienen”, ejemplificó.

Por su parte, el empresario avícola Joaquín De Gracia destacó el rol que tuvo, tiene y tendrá el maíz en la generación de proteína animal, y próximamente también artificial. “Mi papá llegó en 1935 desde Italia y comenzó con su hermano, que ya estaba en Buenos Aires, a vender pollos con un carro. Así comenzamos”, describió el presidente de Granja Tres Arroyos, una compañía que da trabajo a 6.500 personas (una de las 50 que mayor mano de obra generan en el país) y faena 750.000 pollos por día.

“La generosidad del país y el rol que tuvieron en mi formación las escuelas públicas hicieron que pudiera recibirme de contador público y desarrollar la empresa”, sostuvo De Gracia. Y destacó el efecto multiplicador que tiene el pollo como fuente de desarrollo: “Un ave de pedigree, a lo largo de tres años y tres meses, hace que se produzcan 11 millones de kilos de pollo. El pollo brinda la oportunidad de tener resultados en plazos cortos”, remarcó.

De Gracia destacó el protagonismo del maíz y la soja en la escala de la evolución de la cadena avícola: “En la actualidad, con 1,6 kilos de alimentos se puede hacer un kilo de pollo, y sin maíz no se puede lograrlo. En 1981, si suministrábamos más de 5% de soja en la dieta, el pollo no rendía, pero tampoco le podíamos dar más de 43% de maíz, ya que era fuente de energía, pero le faltaban grasa”, explicó. Ahora, la tecnología hizo que la soja y el maíz ocupen el 94% de la dieta balanceada en la producción avícola.

De Gracia recordó que en 1974 Granja Tres Arroyos, junto con otro grupo de empresas nacionales, comenzó a exportar, al mismo tiempo que Brasil. Desde entonces, el país vecino ha desarrollado un comercio exterior que le permite exportar 5 millones de toneladas de pollo, mientras que la Argentina coloca en el exterior 250.000 toneladas.

“Necesitamos mucha inyección de capital, ya que no hay financiamiento para crecer en tecnología. También necesitamos que el bienestar animal esté garantizado, que haya trazabilidad y sanidad controlada con menos antibióticos, para asegurarnos presencia en el mercado internacional”, enumeró.

De cara al futuro, De Gracia adelantó que están desarrollando un proyecto de carne cultivada: “Estamos con las primeras células, con la idea de saber que, como empresa, a futuro vamos a seguir estando y pudiendo generar trabajo”, destacó.

Gas carbónico, carne y energía en base a maíz: tres emprendimientos inspiradores.

Gas carbónico, carne y energía en base a maíz: tres emprendimientos inspiradores.

Tres casos de emprendimientos que agregan valor al maíz en Córdoba y Buenos Aires, para producir carne, dióxido de carbono y energía, aportando sustentabilidad a los sistemas, y generando empleo y arraigo, conformaron el panel “El maíz: cultivo estratégico para la bioeconomía argentina”. Allí contaron los casos de sus empresas Mario Aguilar Benítez, director de Las Chilcas; Antonio Riccilo, titular del Grupo Riccilo, y Laura Chiantore, presidenta de Chiantore SA, moderados por Mayco Mansilla, gerente técnico de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (AAPRESID).

 

Con la idea de “invitar a pensar la bioeconomía, y al maíz como cultivo estratégico, superador de la producción de materias primas”, Mayco Mansilla, gerente técnico de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (AAPRESID), presentó tres casos de un ecosistema que tiene al maíz como fuente de agregado de valor y emprendedurismo: Laura Chiantore, presidenta de Gas Carbónico Chiantore SA, en Villa María, Córdoba; Mario Aguilar Benítez, director de Las Chilcas, en Río Seco, en la misma provincia, y Antonio Riccilo, titular del grupo Riccilo, radicado en la provincia de Buenos Aires,

Laura Chiantore contó que la empresa nació en 1958, por iniciativa de su abuelo, que necesitaba el insumo para su embotelladora: “Nos dedicamos a la producción gas carbónico (CO2), que se utiliza para la producción de bebidas gaseosas, pero también tiene usos en la industria metalmecánica”, explicó. “En sus inicios, la planta de producción de CO2 funcionaba a carbón, luego a fueloil y, a comienzos de 1970, lo hizo con gas natural”, contó.

En la búsqueda de alternativas para crecer en producción, y a partir de la instalación en Villa María de ACA Bio, la planta de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) que se dedica a la producción de bioetanol de maíz, “surgió la posibilidad de utilizar como combustible los gases de fermentación del maíz que genera el bioetanol”, destacó la empresaria.

En la actualidad, la empresa cordobesa tiene dos plantas en funcionamiento: una que produce 35 toneladas diarias de CO2, y que funciona con gas natural, y otra con capacidad para 100 toneladas diarias a partir de los gases de fermentación del maíz. El establecimiento de mayor dimensión está ubicado dentro del predio de ACA Bio. “Nuestra idea es seguir avanzando, con la profesionalización de los recursos y con el desarrollo de nuevos mercados. Hoy abastecemos desde Córdoba a 18 provincias y a países del exterior”, explicó Chiantore.

En Río Seco, departamento del norte de Córdoba, Mario Aguilar Benítez lidera junto a sus cinco hermanos la empresa agropecuaria que fundó su padre: Las Chilcas. “Desde hace más de 30 años nos dedicamos a la producción agrícola y a la cría y engorde de ganado, a darle valor agregado al maíz a través del engorde de ganado bovino y porcino, como así también a la industrialización de nuestra materia prima en la producción de alcohol, aplicando tecnología e innovación con una mirada sustentable en nuestras acciones”, destacó.

Como parte de un modelo de economía circular que se perfecciona, en los últimos años la empresa asumió el desafío de mitigar el impacto ambiental. Además de alimento a partir del maíz, por medio de la instalación de una planta de bioetanol en 2016, el establecimiento produce también energía. Su sistema es un circuito cerrado de economía circular que también aporta nitrógeno, fósforo, potasio, manganeso y materia orgánica al modelo de producción agrícola.

Con un esquema similar, que tiene al maíz como foco, Antonio Riccilo conduce una empresa ubicada entre Saladillo y General Alvear, en la provincia de Buenos Aires, que expresa desde su génesis el esquema de economía circular. “Hacemos en forma intensiva las tres carnes, con producción avícola; de cerdos, a través de tres granjas porcinas; un feedlot; una planta de molienda de soja para la provisión de alimentos y, desde hace dos años, una empresa bioeléctrica que produce un megavatio de energía y que se alimenta de efluentes”, describió empresario.

El caso de Riccilo es el de un emprendedor que vio en el modelo agropecuario y de agregado de valor una oportunidad. “Venía del sector de la electrónica, y un desarrollo que logré vender muy bien me permitió comprar el campo y, desde ahí, comenzar a darle valor agregado a la producción. Soy primera generación, desde hace 45 años no paramos. Hoy conformamos un conglomerado que está integrado por 200 familias en el área rural”, destacó.

Espíritu emprendedor

Los tres casos del panel son claros exponentes del emprendedurismo en el sector agropecuario. “Vengo de una familia de emprendedores. Nuestra empresa nació de la necesidad que había en ese momento de la falta de gas carbónico en el mercado. Mi abuelo, mi padre y mi tío tenían una embotelladora y comenzaron a desarrollar ese nicho”, contó Laura Chiantore.

En el caso de Mario Aguilar Benítez, también la necesidad los llevó a emprender, debido a la zona donde está ubicado el campo, lejos de los puertos. “Quizá en otro lugar con más productividad no habríamos pensado en hacer tanto valor agregado”, justificó.

El empresario destacó el fuego emprendedor que heredó de su padre y que trasmitió a la familia. “Somos cinco hermanos, tres de los cuales estamos en el día a día. Tenemos la responsabilidad de seguir haciendo. Nuestro modelo es de economía circular, desde lo ambiental, social y económico, con 125 empleados que llenan de responsabilidad, pero también de la satisfacción de seguir soñando juntos”, remarcó.

Riccilo destacó la impronta que tiene cualquier productor de emprender. “Cualquiera puede hacerlo y está en condiciones para ello. El camino está abierto para todos. En nuestro caso, tenemos dos empresas propias y el resto en distintas sociedades, algunos socios son del exterior desde hace más de 20 años. Y eso lo logramos al contagiarles la idea”, indicó.

A la hora de dimensionar el éxito del emprendimiento, el empresario aseguró que eso depende de las posibilidades que ofrezca el negocio. “Nosotros fuimos desarrollando, a partir de modelos existentes, nuevos esquemas. Tenemos feedlots totalmente estabulados, con limpieza automática, de 10.000 metros cuadrados cada uno. Y hoy ya somos referencia porque muchos han adoptado ese modelo”, expresó.

Mansilla concluyó que los tres casos de valor agregado de maíz, en carne, gas carbónico y energía, son un aporte de sustentabilidad a los sistemas, que generan empleo y arraigo, y que también deben de servir como fuente de inspiración.

El Mercosur, un proveedor de alimentos en busca de un lugar en el nuevo mundo.

El Mercosur, un proveedor de alimentos en busca de un lugar en el nuevo mundo.

La invasión rusa a Ucrania y los cambios sobrevinientes, cuyos alcances no están claros aún, replantea el rol de los alimentos y del Mercosur en la geopolítica global. Este gran tema fue el eje del panel “El rol de la región como proveedora de alimentos” del XVI Congreso MAIZAR, moderado por Marcelo Regúnaga, coordinador en Argentina del Grupo de Países Productores del Sur, en el que disertaron Nicolás Albertoni, profesor de la Universidad Católica del Uruguay; Romina Gayá, especialista en Comercio Internacional y Economía del Conocimiento, y Nelson Illescas, director de la Fundación INAI.

Nuevas alianzas y flujos de comercio, precios más altos, que para algunos países son un problema y para otros una oportunidad, dibujan un escenario incierto y desafían la seguridad alimentaria, planteó Marcelo Regúnaga, coordinador en la Argentina del Grupo de Países Productores del Sur y moderador del panel “El rol de la región como proveedora de alimentos”. Allí se abordaron aspectos comerciales y geoestratégicos: al término offshoring (inversión extranjera, en función de reducir los costos de la cadena de valor) le surgen competidores como reshoring (relocalización de inversiones), nearshoring (inversión y provisión en locaciones cercanas) y friendshoring (inversión en países amigos, de mayor afinidad cultural y fiabilidad de abastecimiento). 

La guerra no terminó y no se sabe cómo se reorganizarán la geopolítica y las alianzas mundiales ante una disrupción que alteró el comercio mundial de granos y fertilizantes, dijo Regúnaga al darle la palabra a Nelson Illescas, quien hizo foco en los precios y las respuestas de los países y el caso de la Argentina. La guerra, dijo, afectó las commodities agrícolas, energéticas y minerales, que alcanzaron precios récord a partir de la salida del mercado de Ucrania, cuarto exportador mundial de maíz, y las sanciones económicas a Rusia, que perdió así relevancia como proveedor de fertilizantes, petróleo y gas, en un mercado mundial que venía de un año previo de aceleración global de la inflación. 

Aunque en los últimos dos meses el índice de la FAO de precios de los alimentos se retrajo levemente, dijo Illescas, están por sobre los de 2011, el año de la Primavera Árabe, y acicateados también por el aumento del precio de sus insumos: energía y fertilizantes. 

Además, dijo Illescas, medidas no adecuadas, como las restricciones a la exportación que impusieron países como la Argentina e Indonesia (que cerró las ventas de aceite de palma, correlacionado con la escasez del aceite de girasol), exacerbaron el aumento de precios, que recibieron un estímulo adicional del lado de la demanda, en la medida que algunos grandes actores del mercado adelantaron compras y contratos o redujeron aranceles, y generaron mayor tirantez en un mercado con stocks ya restringidos, a lo que se sumó un clima adverso en el Norte, que presagia una menor cosecha en 2023. 

En ese contexto, hay un redireccionamiento de los flujos comerciales y aparece una oportunidad para que la Argentina ocupe espacios vacantes. Pero para ello debe demostrar ser un proveedor confiable, avanzar en inversión y producción de fertilizantes y evitar medidas restrictivas de la exportación. Es un mundo incierto, de oportunidad y desafíos, resumió Illescas, en el que la Argentina no ha hecho aún lo suficiente para ganarse la condición de proveedor confiable, y debe repensar su inserción internacional. 

Nicolás Albertoni pintó un cuadro geopolítico emergente, no solo de la pandemia y la guerra, advirtió, sino también de tendencias previas, como las crisis migratorias, los desafíos ambientales y los regímenes políticos, las disrupciones laborales por el creciente peso de la tecnología, y cambios demográficos de peso, como el envejecimiento de la población china. Y ese cóctel, resaltó, ocurre en un mundo mucho más interdependiente que el de los ’90, cuando había 40 acuerdos comerciales, contra los cerca de 500 actuales. 

De ahí su caracterización del mundo actual: “Incierto, complejo e interdependiente”. Un mundo en el que, además, las sanciones son ya una herramienta bélica y los alimentos “están al borde de ser una nueva arma”, que era más multipolar hace 4 o 5 años, cuando la Unión Europea podía avanzar en la integración energética con Rusia desoyendo a Estados Unidos, pero que parece virar hacia una suerte de G2 de “bipolaridad sistémica”. 

En el caso de Sudamérica, dijo Albertoni, no hay un eje claro de agrupación, aunque, en el caso de los alimentos, el nearshoring pasó a ser un elemento estratégico; pero el bloque sudamericano (una unión aduanera imperfecta) difiere del 90% de los acuerdos existentes, que son zonas de libre comercio. 

Los acuerdos comerciales en los que el Mercosur no está, concluyó el experto uruguayo, incluyen una variedad de temas que van mucho más allá del acuerdo en sí mismo, abarcando una diversidad temática (por caso, cuestiones de género) que hacen que no ser parte resulte “muy riesgoso”. 

Romina Gayá inició su exposición respondiendo a la observación de Regúnaga de que en la nueva diplomacia comercial pesarán más las afinidades culturales y que el mundo afronta un deterioro de la gobernanza multilateral. De hecho, respondió la especialista, el sistema multilateral de comercio está en crisis, su principal organismo, la OMC, “hace 15 años que no logra avances relevantes”, y se ha convertido en una “organización obsoleta”, al tiempo que proliferaron en el mundo acuerdos regionales y de generación de reglas por esa vía, no en un sistema multilateral. 

La reciente reunión ministerial de la OMC, dijo Gayá, produjo resultados muy modestos; en el caso de seguridad alimentaria, limitados a “meras declaraciones”. Tampoco el Mercosur, dijo Gayá, hizo avances sustanciales en los últimos 15 años, ni siquiera en el área de alimentos procesados, donde hay mayores barreras y podría haber mayores progresos.

Pero, alertó Gayá, aunque la OMC es “obsoleta” (se necesita darle más flexibilidad, mejorar el sistema de resolución de controversias y darle temas como reglas ambientales y comercio digital), el Mercosur debería aferrarse a ella, “porque es el único ámbito en que podemos conseguir mejores condiciones, donde las decisiones se toman por consenso, vale igual el voto de cada país, y porque allí se pueden definir reglas”. 

En un sector tan protegido como el de los alimentos, dijo Gayá, no tener acuerdos es una desventaja, pues expone a los países exportadores a afrontar más aranceles y reglas en las que el bloque no tuvo voz ni voto. 

Como tendencia general, y previa a la pandemia y la guerra, Gayá destacó el acortamiento de las cadenas de valor, que debido a los procesos de automatización se volvieron menos intensivas en comercio, y porque Asia, antes motor principal del aumento del comercio, se orientó más al crecimiento basado en el consumo interno. 

Por último, señaló, los drivers, las guías que orientan las decisiones de dónde producir, pasaron de la eficiencia a la resiliencia, la capacidad de adaptación y respuesta a los cambios. En el caso de la economía del conocimiento, la experta señaló la pérdida de relevancia de lugares como India y Filipinas durante la pandemia, por la mala conectividad hogareña cuando las personas debieron empezar a teletrabajar, lo que motivó una relocalización hacia países como la República Checa, Costa Rica, Colombia y Uruguay, de mejor conectividad. Y en el caso de la alimentación, el paralelo será el poder satisfacer estándares ambientales y sanitarios y de procesos.

Un escenario en que el reshoring y el friendshoring pesan más a condición, claro está, de garantizar fiabilidad. 

En lo ambiental, el agro también subsidia a los demás sectores: es el único sector que redujo sus emisiones.

En lo ambiental, el agro también subsidia a los demás sectores: es el único sector que redujo sus emisiones.

La incorporación de tecnología y procesos que llevó a cabo la producción agropecuaria en los últimos años hizo que la Argentina se convirtiera en una potencia ambiental. Lograr ese reconocimiento con una certificación permitiría dar un salto cualitativo. Ese fue el tema central del panel “La Argentina, potencia ambiental: el rol y la visión de la cadena agrobioindustrial”, integrado por Juan Farinati, CEO de Bayer Cono Sur; Alejo Dantur, jefe de Sustentabilidad de ACA; Andrés Costamagna, coordinador de Sostenibilidad de la Sociedad Rural Argentina (SRA), y Jorge Hilbert, asesor internacional del Inta, moderado por Pedro Vigneau, presidente de Maizar.

“Como productor, me siento orgulloso de los cambios tecnológicos producidos. Decirle a mi abuelo que íbamos a pasar del arado a la siembra directa fue todo un desafío que tuvimos las generaciones disruptivas que hoy formamos parte de esa transformación”, aseguró Pedro Vigneau, presidente de Maizar y moderador del panel del que formaron parte Juan Farinati, CEO de Bayer Cono Sur; Alejo Dantur, jefe de Sustentabilidad de ACA; Andrés Costamagna, coordinador de Sostenibilidad de la Sociedad Rural Argentina (SRA), y Jorge Hilbert, asesor internacional del INTA.

Recién llegado de Europa, donde recorrió con un grupo de productores argentinos instalaciones para la generación de energía y de biofertilizantes a partir de efluentes, Hilbert destacó las ventajas que tiene la Argentina en este camino. “Somos productores de biomasa, que tiene dos características: poca densidad energética y alta dispersión geográfica, lo que la convierte en un negocio de logística de transporte. La bioenergía se constituye en la iniciadora y facilitadora de una transición a la economía circular ligada a la bioeconomía”, sostuvo el asesor del INTA.

En un mundo que demanda cada vez más mitigar el impacto ambiental, la Argentina se enfrenta, dijo Hilbert, a una reducción de las emisiones que puede hacerse muy rápido o más lentamente, a la espera de que nuevas tecnologías contribuyan al proceso. “Diferentes velocidades de descarbonización conducirían a diferentes emisiones acumulativas y, por lo tanto, a diferente cantidad de calentamiento, incluso si se alcanza el cero neto al mismo tiempo”, señaló.

El especialista se mostró convencido de que la Argentina puede producir, con el agro, combustible de emisión negativa, además de contribuir de manera más eficiente a la producción de alimentos. “El alimento que genera con el maíz una fábrica de bioetanol nos permite tener el doble de proteína que en su versión original en grano, además de más barato”, comparó.

Para Hilbert, en los últimos años el país no ha tomado buenas decisiones en cuanto a su matriz energética, con una apuesta a los combustibles fósiles que incluye subsidiarlos: “Este año podemos llegar a importar 11.000 millones de dólares, cuidando la mesa de Estados Unidos y de Qatar”, ironizó.

Con la producción de alimentos como uno de sus dos negocios principales (el otro es la salud), Bayer tiene su estrategia de sustentabilidad bien definida. “Contribuimos con la provisión de semillas, protección de cultivos y herramientas digitales para que los productores puedan generar alimentos de la manera más eficiente”, sostuvo Farinati.

Un dato contundente sobre la contribución de la tecnología a la sustentabilidad es que, veinte años atrás, el 100% del breeding era mediante ensayos a campo; hoy, es solo el 2%, el resto es por vía digital. “Estamos en un sector que está en plena transformación”, destacó el ejecutivo de la firma alemana.

Farinati dijo que el gran desafío es producir más y mejor, y que la potencialidad ambiental de la Argentina está en el camino correcto. “El agricultor es innovador por naturaleza y adopta tecnología de manera rápida, el desafío es trabajar como cadena integrada”.

La decisión de los productores de ir hacia un modelo más sustentable tiene su correlato en las entidades que integran. Ese es el caso de la Sociedad Rural Argentina (SRA), que ya cuenta con una Comisión de Sostenibilidad. “El sector agropecuario, a diferencia de otras actividades productivas, es el único que no solo reduce las emisiones, sino que puede remediar; el resto solo puede reducir”, diferenció Andrés Costamagna, coordinador de Sostenibilidad de la SRA. De hecho, indicó, el agro es el único sector en el país que redujo sus emisiones de efecto invernadero desde 1990. “Lo hacemos gratis y no lo queremos hacer más gratis. La industria, la energía y los residuos aumentaron sus emisiones de gases. Aquí también subsidiamos al resto de la economía”, planteó.

A la hora de medir y comparar, Costamagna ponderó la tarea de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) y de Maizar. “Se logró bajar la emisión del maíz, y ahora se está midiendo en fertilizantes y en la ganadería”, señaló.

“La Argentina tiene gran potencia ambiental. El inventario de bosques registra 53,6 millones de hectáreas, 36,9 millones de hectáreas de reservas, de las cuales 39% son privadas, y 126 millones de hectáreas de pastizales, la mitad para ganadería”. Un total de 216 millones de hectáreas generando servicios ecosistémicos, frente a unos 33 millones de hectáreas agrícolas. «Estos números nos dan una relación de 5 hectáreas por cada hectárea productiva como potencia ambiental”, razonó Costamagna.

Las empresas privadas también trabajan en el eje de la sustentabilidad. Uno de los casos es el de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA), que tiene el concepto de lo ambiental arraigado en toda su estructura productiva: recupera el plástico, produce bioetanol y energía, tiene acopios con certificación ambiental, además de esquemas de producción primaria sustentables. “La nueva área de sustentabilidad ambiental tiene como objetivo aportar nuevos conceptos a la organización. Un compromiso con el medio ambiente, con la producción primaria sustentable, donde buscamos fortalecer el uso de herramientas tecnológicas, seguir creciendo en la adaptabilidad al cambio climático y generar las condiciones de transformación, además de medir y mitigar la huella de carbono, desde el campo hasta la puerta del cliente”, resumió Alejo Dantur, jefe de Sustentabilidad de ACA. Todo en línea con las políticas corporativas y el Acuerdo de París de 2015.

Una de las naves insignia de la cooperativa es su planta elaboradora de bioetanol en base de maíz: ACA Bio, instalada en Villa María. “Estamos con un programa para procesar 250.000 toneladas de maíz sustentable, que para el productor tiene un plus adicional de precio de entre 3 y 5 dólares por tonelada”, indicó Dantur. Para ingresar como proveedor, el maíz tiene que cumplir algunos requisitos ambientales: no haber salido de un lote deforestado después de 2008; compartir con la empresa los registros para medir la huella de carbono del lote, y la documentación para poder certificar ese lote. Ese maíz tiene una huella de carbono que es la mitad de la exigida por Europa.

“Hay mucho por hacer, pero tenemos todas las herramientas. Debemos ser parte de la acción, no solo por escrito. Las organizaciones son parte de ese compromiso y tienen la obligación de hacerlo desde hoy, no a futuro”, sostuvo Dantur.