Se esperaba una liquidación aproximada a los USD 5.000 hasta fines de mayo. Para eso hace faltan unos USD 150 millones diarios; pero hasta la fecha se está recibiendo en promedio sólo la mitad en divisas por día.
Un informe del diario Infobae destaca que los dólares que están ingresando por la venta de soja al exterior no provienen de los productores sino de la caja de los exportadores que los venden sin tener el producto. La situación no es sostenible y el Gobierno lo sabe. De hecho, el miércoles fue uno de los días de mayor liquidación de soja y la cifra fue inferior a los USD 80 millones. Para alcanzar la cifra deseada por Economía a fin de mayo próximo de USD 5.000 millones, necesita un promedio diario de liquidaciones de más de USD 150 millones. Nunca alcanzaron una liquidación semejante en esta tercera etapa del dólar para el agro.
Ni hablar de las economías regionales a las que se les adjudicaba un poder de liquidación de USD 3.500 millones y llevan vendidos USD 50 millones. Solo una veintena de firmas se acogió al nuevo régimen. Detrás de la excusa de “trámites complicados”, la realidad indica que no quieren entrar al plan de Precios Justos para el mercado interno a cambio de un dólar de $300 que quedó bastante disminuido por la inflación y que no sirve para exportaciones como las del maní que comienzan su cosecha en junio.
El analista financiero y experto en agronegocios Salvador Vitelli señaló a Infobae: “Si se hace un análisis de lo que está sucediendo las reservas netas calculadas por el método del FMI, son de USD 1.100 millones aproximadamente. La economía se sigue complicando y siguen los pedidos de dólares de los bancos a través de camiones de caudales. El miércoles pidieron USD 11,8 millones. No es una situación preocupante todavía, pero puede serlo si se transforma en tendencia. Si bien Estados Unidos va a apoyar para que el organismo gire dólares extra, son dólares para devolverle al FMI y no generan disponibilidades inmediatas”.
A partir de una salida anticipada de la hacienda por efectos de la seca, los feedlots elevaron sus niveles de encierre. En paralelo, se percibe una mejora en sus números de rentabilidad en los dos últimos meses, de acuerdo a un trabajo elaborado por Juan Manuel Garzón, de la Fundación Ieral.
Como base, el análisis midió la cantidad de maíz que se puede comprar con la venta de un novillito,, una vez descontado el costo de la invernada. En enero de 2023, la ecuación arrojaba unos 1.443 kilos de maíz, un poder de compra que era un 40% menor al promedio de los últimos 13 años.
Por su parte, entre febrero y comienzos de abril, la venta de un novillito permitió comprar 2.165 kilos de maíz. Este volumen fue un 50% superior en comparación al primer mes del año.
“La situación mejoró considerablemente, pero debe advertirse que queda una brecha todavía del 10% respecto al poder de compra promedio del período 2010/2022, la brecha que era del 40% se redujo al 10%”, explicó Garzón.
En este caso, consideró que la mejora se explica más por el cambio de precios relativos de categoría de animales, que por el mayor poder de compra de la hacienda en términos de maíz.
SUBA EN EL PRECIO DE LA HACIENDA
Por su parte, con la suba de precios de hacienda de febrero y marzo y cierta estabilización en el precio del maíz, el poder de compra de la hacienda en términos del cereal mostró una mejoría.
En enero, se compraban 7,4 kilos del cereal por cada kilo de novillito vendido, relación que pasó a ser de 9,3 en el mes de marzo, un 26% más. “Esta suba también ha contribuido a la mejora de la situación económica del engordador”, sostuvo.
Más allá de este panorama, advirtió que el nivel actual de este indicador está todavía bastante por debajo de su media reciente, unos 12,3 kilos de promedio en el período 2010-2022. “Y mucho más lejos aún de los que fuesen sus mejores años, 14,9 kilos en 2014 y 19,4 kilos en 2015”, agregó.
Para que este efecto favorable se extienda, Garzón remarcó que será fundamental que los precios de la hacienda, en particular de sus categorías de mayor edad y kilaje, se mantengan firmes a futuro. “Para que esta condición se cumpla, es clave la evolución que muestre la demanda, tanto interna como externa”, sostuvo.
Y agregó: “Un riesgo macroeconómico muy latente con potencial de daño sobre la actividad del engorde y la ganadería en general es un salto en el tipo de cambio oficial, que incremente los costos de producción, en particular los de sanidad y alimentación”.